Hombre Perro | Filosofía del caos urbano y riffs del subsuelo.
- Grítalo Cl
- 14 ago
- 2 Min. de lectura
Por Ariel The Dungeon Master
Hombre Perro no es solo un nombre que evoca a bestias salvajes o a criaturas de la noche; es también un homenaje a Diógenes de Sinope, el filósofo cínico apodado “el Hombre Perro” por su vida austera, su desprecio por las normas sociales y su lucha frontal contra la hipocresía del poder. Bajo esa filosofía de vida brutalmente honesta, directa y contracultural, esta banda temuquense ha forjado su identidad: hacer música que muerda, que incomode, que hable desde lo más crudo y real.
Con casi nueve años de trayectoria en el circuito underground de Temuco, Hombre Perro ha experimentado mutaciones y cambios de formación, pero hoy se consolidan con su alineación más sólida y afilada:
Harold Milla, guitarra, voz y cofundador, también parte de otros proyectos como Sedición R.C.; Henry Rivas, baterista y cofundador, con un pulso que resuena con técnica y pasión; y Benjamín Sandoval, quien se sumó hace un año al bajo, inyectando energía fresca sin diluir la esencia de la banda.
Musicalmente, Hombre Perro se mueve entre el stoner rock más clásico y el punk crossover, dejando rastros de Kyuss, pero también bebiendo fuerte de las influencias chilenas como Yajaira y Hielo Negro. La guitarra de Harold tiene la rabia e impulso callejero y la lucidez de una mente desencantada. La batería de Henry golpea como si arrastrara cadenas ancestrales, y el bajo de Benjamín funciona como la vibración sónica de un pensamiento crítico a punto de estallar.
Sus letras son filosóficas y viscerales: hablan de la muerte, de la calle, del deseo de romper el molde —a la manera de Diógenes—, aunque esa verdad huela a orina, humo y rabia.
En vivo, Hombre Perro es una descarga sin concesiones. No son una banda que se sube al escenario: son un acto de resistencia sonora, una filosofía hecha distorsión, haciendo notar sus horas sagradas de ensayo en todo este tiempo. Con nuevo material por estrenar este año, la jauría no se detiene; más bien, vuelve con hambre.
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