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Ética del cuidado y sus consideraciones en materia educativa.

El cuidado no es una alternativa, o nos cuidamos o nos extinguimos.

Prof. José Silva Vergara.


La Paradoja

Hemos creado todas las condiciones para desaparecer como especie, basta prueba tenemos de aquello si consideramos el irreparable daño a la naturaleza y además el individualismo que nos ha llevado a la segregación y segmentación creando, por ejemplo, el concepto de raza dentro de una misma especie, invento del siglo XVI que sirvió de piso para justificar un sinnúmero de atrocidades por la mayoría ya conocidas. Y por otra parte para completar esta paradoja, tenemos el incipiente crecimiento del poder comprendernos como una sola especie, prueba de esto es la capacidad d comunicarnos con otras personas sin distinguir si pertenece a un grupo determinado u a otro.

Nuestros niños y niñas avanzan vertiginosamente en la construcción de un mundo nuevo, donde las fronteras y barreras no son más que invenciones que quedarán en el pasado. Para ninguno de nosotros es un misterio que nuestros pequeños tienen contacto y conversaciones con niños de otras partes del mundo, inclusive con otros idiomas, un ejercicio simple traducción con ayuda de internet le permitirá comunicarse de manera efectiva con el otro.

El paradigma

Entonces ¿cómo avanzar en la respuesta a esta paradoja?

Es necesario identificar primeramente en qué paradigma estamos situados, ya que inevitablemente este es quien no ha traído hasta acá, y ese paradigma, bueno o malo (Siempre depende del cristal con el que se mire) es el de acumulación, poder y éxito, por tanto, es preciso avanzar en la construcción de un nuevo paradigma que sea, por cierto, superior al presente, y que nos permita superar los problemas de una forma diferente, y ese paradigma es el cuidado.

El cuidado

El cuidado no es una alternativa, o una opción, en palabras del propio Bernardo Toro en una conferencia en el año 2013, afirma tácitamente “O la especie humana aprende a cuidar o perecerá” puede sonar fuerte quizá, mas no carece de sentido, si consideramos que uno de los rasgos que nos permitió evolucionar y avanzar a la civilización como especie, fue precisamente esta acción, que se ha vuelto un concepto.

Hace ya varios años un estudiante le preguntó a la antropóloga Margaret Mead cuál consideraba ella que fue el primer signo de civilización en la Humanidad. El alumno y sus compañeros esperaban que Mead hablara del anzuelo, la olla de barro o la piedra de moler. Pero no. Ella dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

Claro, en el reino animal, cualquiera que se fracture una pierna está condenado a la muerte por su depredador más cercano, por ende, el cuidado es evidencia cierta de nuestros avances en la cadena evolutiva y prueba fehaciente de nuestro proceso de civilización.

En este sentido podemos entender que el cuidado emerge como una posibilidad de futuro en el que dejamos venir nuevas fecundidades, ya sea en el ámbito personal, en el de las relaciones interpersonales, en las organizaciones, en los modelos educativos o en la forma de vivirnos como especie en el planeta. Solo desde el cuidado de la vida podremos colocar la investigación biomédica al servicio de la sanidad universal y no de la búsqueda de quién llega el primero; solo desde el cuidado de los extraños podremos aceptar que juntos nos salvamos; solo desde el cuidado a los demás podremos preferir la cooperación a la competitividad, la ayuda mutua al sálvese quien pueda, la solidaridad compasiva a la ley del más fuerte. Solo desde el cuidado de la vida podremos educar en la humanización de nuestro mundo, en la sanación de tantas heridas abiertas, en el perdón y en la reconciliación.


Ética del cuidado como paradigma educativo.

En relación a lo antes expuesto es preciso referirnos a la ética del cuidado, que, si bien no es algo nuevo, hoy por hoy se torna extremadamente atingente traerlo a nuestros respectivos entornos, ya sea familiares, laborales, o en nuestro caso escolares.

Como mencionaba en los párrafos anteriores citando a Bernardo Toro, el asunto del cuidado no es opcional y/o alternativo, esta llamada ética del cuidado viene a entregarnos una nueva oportunidad de poder hacer las cosas bien, pensando en el otro y construyendo espacios sociales sanos, sin tanta preocupación y más ocupación de los asuntos que hasta hace un par de los no eran más que “Asuntos personales” y que por cierto no eran parte de o laboral. Muchos de nosotros/as inclusive, intentábamos infructuosamente de crear una suerte de máscara social que se hace insostenible, tratando de dejar nuestras individualidades y cotidianidades fuera de nuestros entornos laborales para poder “Hacer bien la pega” ser exitosos/as o lograr las metas como meros autómatas. Claro está que no lo logramos, prueba de aquello son las largas listas de personas con problemas de salud mental que hoy llenan clínicas públicas y privadas, ahí podríamos entrar en la disyuntiva de salud y medicina, pero esa es otra discusión.

En materia de educación podríamos decir que de todas las reformas educativas que hemos enfrentado, ninguna se ha hecho cargo de atender el cuidado como una cuestión transversal, más bien se han ocupado de reparar, remodelar y/o acomodar ciertos asuntos, unos más arriba otros más abajo, pero en definitiva no han apuntado a un asunto que sin dudas nos concierne a todos y todas.

En este sentido la ética del cuidado nos llama a enfrentar el acto educativo desde una perspectiva distinta, y nos obliga a retomar preguntas educativas clásicas: el qué y el cómo de la educación. A ellas les hemos dedicado mucho tiempo en las últimas décadas. Con todo, la ética del cuidado explora en otras dos preguntas que casi nunca aparecen en la agenda de las políticas educativas como el para qué de la educación o el desde dónde la educación.

¿Qué es la ética del cuidado?

El cuidado es una idea ética porque entraña el compromiso con la protección y el respeto a la dignidad humana y con la salvaguarda de la humanidad. Reconocer que la persona a lo largo de su vida pasa por períodos en los que no puede cuidar de sí misma implica reconocer su vulnerabilidad intrínseca, antropológica, tomando la responsabilidad para cuidar de ella. Cuidar es una acción de atención proactiva, con la intención de mejorar las condiciones, el bienestar, la calidad de la vida.

Por tanto, podemos entender al ser, sin ser sujeto como un agente social y colectivo, que precisa de otros/as para poder, no solo sobrevivir, sino también desarrollarse y crecer.

Si observamos este escenario en la escuela, es necesario hacernos algunas preguntas, cuestionar nuestros ejercicios cotidianos, no solo en lo estrictamente laboral y académico sino también en lo personal y cómo somos conscientes de esta ética del cuidado, que es imperante y por tanto en ocasiones invisible.

El cuidado del otro y el respeto por la vulnerabilidad del ser permite a nuestra especie crecer y avanzar no solo en términos sociales, sino también en aspectos espirituales. Y cuando a espiritualidad me refiero, no es la espiritualidad relativa a la religión, pues tota religión posee una espiritualidad, mas la espiritualidad no precisa de religión.


Referencias:

https://www.youtube.com/watch?v=2AFHtL2TjNQ&t=3s

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