Desde la neurociencia, se ha demostrado que el aprendizaje significativo y duradero ocurre cuando hay una conexión emocional y relevancia en el contenido. En este sentido, las pedagogías anarquistas, al centrarse en el interés propio y la libertad de elección, permiten que los estudiantes encuentren motivación intrínseca, lo cual activa áreas cerebrales como el sistema de recompensa (núcleo accumbens) y las áreas relacionadas con la memoria (hipocampo). Esto facilita la consolidación de información, ya que el cerebro está más predispuesto a aprender cuando el contenido se relaciona con los intereses personales y se percibe como importante¹.
Además, al fomentar la autonomía, las pedagogías anarquistas estimulan la corteza prefrontal, que está involucrada en la toma de decisiones, la planificación y el pensamiento crítico. Los y las estudiantes que experimentan autonomía en su aprendizaje suelen mostrar un mayor desarrollo de estas capacidades, lo que contribuye a su capacidad para resolver problemas y pensar de forma independiente. Permitiendo además el desarrollo de habilidades y destrezas asociadas a su entorno inmediato y extrapolables a otros escenarios².
Un entorno de aprendizaje basado en las pedagogías anarquistas podría incluir proyectos, de preferencia autogestionados, actividades al aire libre o en comunidad, y una estructura flexible donde las y los estudiantes participan activamente en la organización y creación del contenido. En este sentido, el o la docente tiene el papel de guía y se vincula de manera colaborativa, proporcionando y/o facilitando el acceso a variadas herramientas y fomentando la exploración personal en lugar de imponer objetivos externos³.
Entendernos como personas que cohabitan un espacio es trascendental, pues sin importar la edad, poseemos habilidades y destrezas que nos hacen únicos y que mancomunadas pueden llevarnos a lograr los empeños propuestos⁴. Si esta simple relación es vista desde la neurociencia, podemos afirmar que la experiencia de cohabitar y colaborar en un espacio común activa circuitos cerebrales esenciales para el aprendizaje y el bienestar. Las relaciones de apoyo mutuo y cooperación estimulan áreas como la corteza prefrontal y el sistema límbico, implicadas en la regulación emocional, la empatía y la toma de decisiones. Este contexto colaborativo fortalece conexiones sinápticas relacionadas con habilidades socioemocionales y cognitivo-sociales, esenciales para la construcción de relaciones sólidas y el desarrollo del pensamiento crítico⁵.
En términos neurobiológicos, cuando interactuamos de manera significativa con otros, el cerebro produce neurotransmisores como la oxitocina y la dopamina, que promueven el vínculo social y la motivación. La oxitocina, conocida como la “hormona de la vinculación,” no solo favorece el sentimiento de pertenencia, sino que también disminuye el estrés, ayudando a que los estudiantes se sientan seguros y dispuestos a aprender y compartir⁶.
Además, desde el enfoque de habilidades y destrezas individuales, cada persona aporta perspectivas únicas que enriquecen la experiencia compartida. Esto es especialmente relevante, ya que cuando el cerebro se expone a diferentes formas de resolver problemas, se activa la red de control ejecutivo, un conjunto de regiones cerebrales encargadas de la flexibilidad cognitiva y la resolución de problemas. Esta exposición a múltiples puntos de vista permite que cada individuo mejore su capacidad de adaptarse y aprender nuevas estrategias, beneficiando no solo al grupo, sino también al crecimiento individual, entendiendo al mismo tiempo que la relación colectivo-individuo es bidireccional⁷.
Por tanto, el acto de cohabitar y colaborar en un espacio va más allá de una interacción social; es un proceso de intercambio neurocognitivo donde, al trabajar juntos, nuestras habilidades individuales se integran y potencian, lo cual nos permite avanzar colectivamente hacia los objetivos comunes⁸.
Por otra parte, el o la docente debe hacerse parte del grupo de aprendices de forma consciente, pues desde las pedagogías anarquistas entenderemos el aprendizaje como un ir y venir recíproco, por tanto, en el desarrollo o implementación de cualquier acción pedagógica, siempre existirá otra persona con mayor conocimiento en el empeño que se han propuesto⁹.
De tal manera, podemos entender que las pedagogías anarquistas, al integrar la libertad del individuo y apoyo mutuo, no solo contribuyen al desarrollo del pensamiento crítico y autónomo, sino que también se alinean con principios neurocientíficos que demuestran que el aprendizaje genuino se enriquece en contextos de libertad y relevancia personal¹⁰.
Desde la praxis es posible mencionar que al observar el comportamiento durante las actividades al aire libre y en contacto con la naturaleza las y los estudiantes muestran una mayor apertura al aprendizaje, a descubrir y a entender el error como una posibilidad de aprendizaje.
al principio puede ser un tanto caótico, más aún si las y los estudiantes no están familiarizados con este tipo de actividades, con el fin de prevenir situaciones que lleven a eventuales desbordes, es necesario establecer ciertos acuerdos para trabajar de forma colaborativa, no es del todo necesario establecer roles, pues en la dinámica otorgará de forma natural funciones a los miembros del grupo.
Asimismo diferenciar entre los conceptos de grupo, equipo y colectivo de trabajo es clave, esta distinción debe tenerla clara el o la docente, pues no se refieren a lo mismo.
La didáctica de las pedagogías anarquistas son ampliamente aplicadas en la actualidad, sin mencionar que son anarquistas y se tergiversan cayendo en contradicciones entre lo ejecutivo y lo teórico, en este sentido es estrictamente necesario que quienes se aprontan a su utilización en la práctica indaguen en otras experiencias y construyan una propia, pues no existe mejor forma que la construida de manera endógena por el colectivo de aprendices.
Referencias
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Ryan, R. M., & Deci, E. L. (2000). Self-Determination Theory and the Facilitation of Intrinsic Motivation, Social Development, and Well-Being. Disponible en ResearchGate.
Rogoff, B. (2003). The Cultural Nature of Human Development. Disponible en Google Books.
Vygotsky, L. S. (1978). Mind in Society: The Development of Higher Psychological Processes. Disponible en Google Books.
Cozolino, L. (2013). The Social Neuroscience of Education: Optimizing Attachment and Learning in the Classroom. Disponible en Google Books.
Zak, P. J. (2012). The Moral Molecule: The Source of Love and Prosperity. Disponible en Google Books.
Diamond, A. (2013). Executive functions. Annual Review of Psychology, 64, 135-168. Disponible en ResearchGate.
Lieberman, M. D. (2013). Social: Why Our Brains Are Wired to Connect. Disponible en Google Books.
Beck, E. (2012). Pedagogies of Autonomy and Freedom: Case Studies of Anarchist and Libertarian Education. Disponible en ResearchGate.
Immordino-Yang, M. H., & Damasio, A. (2007). We Feel, Therefore We Learn: The Relevance of Affective and Social Neuroscience to Education. Disponible en ERIC.
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