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MEDIO GOLPE

Desde las profundidades del sur de Chile, Medio Golpe lleva más de una década abriéndose paso a puro grito, distorsión y corazón. Nacidos en Temuco en 2015, han sabido mantenerse fieles a su esencia punk: crudos, honestos y sin pedir permiso. Conversamos con ellos sobre sus orígenes, su música y su visión del punk como forma de vida.


¿Cómo nació Medio Golpe y qué los motivó a formar la banda?

Medio Golpe nació en 2015 en Temuco como un espacio para expresar emociones y frustraciones a través de la música. Partimos tocando covers de punk y hardcore, pero pronto comenzamos a crear nuestras propias canciones. Con el tiempo, fuimos evolucionando hasta lanzar dos discos: Aunque nadie sepa mi nombre en 2019 y Bomba en la raja, que estrenamos recién este 2025. Hemos tocado en varias tocatas y festivales, siempre con la misma actitud que nos dio origen. Más que solo hacer música, queremos conectar con la gente que nos escucha, no solo desde lo musical, sino también desde nuestras individualidades. Para nosotros, es fundamental la acción directa desde diferentes "plataformas", tal como versan nuestras letras.


¿Por qué el nombre “Medio Golpe”?

El nombre viene del mítico cuchillo de cocina “medio golpe”, directo al hueso. Nos representa porque refleja nuestra actitud irreverente y nuestra negativa a seguir reglas, a no adaptarnos, a no quedarnos en el espacio que se nos asigna. Puede sonar irónico, sí, o quizás débil, pero en realidad es una forma sutil —y a la vez afilada— de hacernos sentir y mearles el asado. No necesitamos ser perfectos ni extremos, tampoco lucir como estrellas de rock para incomodar. Medio Golpe nos define como una banda auténtica, diferente y peligrosa en su justa medida.


¿Cómo describen su sonido y cuáles son sus principales influencias musicales?

Nuestra música es una suerte de amalgama de emociones que se transforman en rabia, y esa rabia en canciones sin filtro. Tiene una energía visceral. Las letras nacen de nuestras emociones y de la frustración con un sistema que se alimenta y nutre de nuestras propias acciones y reacciones. Nos influencian bandas clásicas del punk, pero también otros géneros como el hardcore, el post-punk, el rockabilly y el garage rock. Es que resulta imposible no tener influencias: crecimos en una generación que cruzó muchos estilos y formatos.


Si nos fuéramos en la profunda, seguro encontraríamos raíces de nuestra música incluso en géneros muy distantes al rock, como la trova, el folclore o la música étnica. Nuestro ISO no se puede controlar: nos empapamos de muchos estilos y luego todo se entrelaza para formar lo que llevamos haciendo hace ya diez años.


Como banda, no buscamos la perfección técnica. No nos enfrascamos en discusiones profundas sobre composición musical. Si suena bien y empatan los acordes, le damos con todo. Queremos mover entrañas, sacudirles el coco con letras que incomoden. Nuestro sonido es directo, crudo y honesto, como un grito que no pide permiso; una verdad desagradable que te sale en la sopa de tarde en tarde.


¿Qué temáticas abordan en sus letras y qué mensaje buscan transmitir?

Nuestras letras nacen de la rabia, del descontento social y personal. Hablamos de injusticias, de vivir al margen, del dolor cotidiano y también de no quedarse callados. No nos interesa sonar bonitos, sino reales. Queremos que quien escuche se sienta acompañado: en su rabia, en su lucha o en su caída.


Vamos desde la cotidianidad del trabajo asalariado y alienante, hasta la crítica directa a las clases dominantes. Somos abiertamente clasistas: detestamos a los cuicos. De la misma forma en que escupimos al fascismo, lo hacemos con las injusticias. No solo con aquellas que nos tocan enfrentar porque “no queda otra”, sino también con las que se ejercen desde el poder adultocentrista hacia las infancias.


“Media Luna” es un ejemplo de eso: la canción aborda cómo desde la lógica adulta y escolarizada se medica con fármacos psiquiátricos a niños y niñas solo para tenerlos quietos. O “Abuso”, que relata metafóricamente una situación de abuso sexual y violación de un adolescente perpetrada por una mujer. Es una temática poco común en la música, pero tristemente más frecuente de lo que se cree. Y se oculta bajo el amparo del machismo estructural.


¿Cómo es el proceso creativo al componer y grabar sus canciones?

Todo empieza con un par de riffs o una frase cargada que nos rebota en la cabeza. La llevamos a la sala de ensayo y ahí se transforma en colectivo. No hay jefes ni jerarquías: cada uno aporta lo suyo. Cuando la canción nos remueve las tripas, sabemos que está lista. Grabamos cuando esa energía nos dice “esto tiene que quedar registrado”. Ese fue uno de los motivos por los que tardamos seis años en grabar nuestro segundo trabajo.


¿Qué nos pueden contar sobre su disco Bomba en la raja?

Bomba en la raja es una patada directa a los dientes de quienes abusan del poder, de los que se creen intocables. Es una amenaza, un constante “los estamos mirando”, un recordatorio de que aquí aún tenemos dignidad y la usamos. No solo desde lo colectivo y musical, sino también desde nuestras individualidades. Es sarcasmo, rabia, incomodidad.


Lo grabamos con TodoYo Producciones, quienes supieron capturar esa energía cruda que queríamos mostrar. Es punk sin adornos: honesto, molesto, directo al hueso.


¿Cómo ha sido la recepción del público hacia su música y presentaciones en vivo?

La verdad, nos ha sorprendido harto. La gente conecta con las letras porque, de una u otra forma, se siente identificada. Corean nuestras canciones, tanto las nuevas como las viejas, y eso nos dice que las vivencias que cantamos no son solo nuestras. En vivo, la energía es mutua: como un cable pelado que nos une con el público.


¿Cuál es su visión sobre la escena punk en Temuco y el sur de Chile?

La escena está creciendo. Siempre va a haber alguien con ganas de hacer ruido, de molestar, de resistir. Quizás no haya muchas oportunidades, pero al final lo importante es ser consecuente con lo que uno canta.


Tocar punk en el sur es resistir. Creemos que nunca ha existido un espacio real para el punk, así como tampoco para nosotros, ni en la música ni en lo social. Somos esa pulga en la oreja, el grano en el culo que no te deja en paz, la piedra en el zapato. Eso que ves y dices: “Ahí vienen estos wns otra vez”. Molestamos, incomodamos, no compramos, no hacemos alianzas ni amiguitos al calor del copete. La música es solo la punta del iceberg, lo visible. Lo demás es historia, cahuín, atados, peos tibios... Como dice la letra de No me gusta: acción directa es lo que prefieres.


¿Qué importancia le dan a la autogestión y la independencia en su carrera musical?

Total. Nunca hemos recibido nada de nadie ni esperamos caer en ese flagelo. Todo lo hacemos a pulso: grabaciones, ensayos, distribución, diseños. Nosotros hacemos las carátulas, subimos nuestra música, confeccionamos las poleras, los parches, organizamos rifas o ponemos plata de nuestro propio bolsillo.


Y eso es lo bonito del punk: nos da autonomía. Nadie puede decir “gracias a mí esta banda”. Alv. Hemos construido este camino a pulso y sin buenas onditas solapadas. Todo lo que hacemos, lo hacemos con cariño y convicción. No hay intermediarios entre lo que sentimos y lo que suena. Si no nos gusta, no lo hacemos. Si no nos convence, no lo hacemos. Si nos molesta, escupimos, mordemos y pateamos. Porque simplemente no compramos.

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