Isla de los Punk: Historia y significado.

El término “Isla de los Punk” asociado a la Isla Cautín de Temuco tiene sus raíces en cómo esta área se convirtió en un punto de encuentro para diversas expresiones contraculturales durante las últimas décadas. Antes de la remodelación del parque, la isla era considerada un espacio marginal y poco regulado; a este espacio muchas personas acudían de paseo o a buscar leña, ya que la cercanía con el río Cautín propicia la proliferación de diversas especies de árboles de rápido crecimiento, que los/as lugareños/as cosechaban para capear el frío invierno.

Como es propio de los entornos urbanos, este espacio también se prestaba para microbasurales y el abandono indiscriminado de animales domésticos. Al mismo tiempo, se convierte en la cuna de una serie de mitos y no tan mitos urbanos.

La Isla Cautín en Temuco tiene un vínculo histórico con el golpe de Estado de 1973 debido a su proximidad al Regimiento Tucapel, un centro de operaciones militares durante la dictadura. Este espacio fue utilizado para detenciones, torturas y ejecuciones de personas consideradas opositoras al régimen.

Un caso emblemático asociado a la Isla Cautín fue el denominado “Asalto al Polvorín”. En noviembre de 1973, se reportó oficialmente un supuesto ataque extremista a un depósito de armas en el área, resultando en la muerte de siete personas. 

Sin embargo, investigaciones posteriores confirmaron que estas víctimas, en su mayoría militantes del Partido Comunista, habían sido previamente detenidas, torturadas y ejecutadas por militares del Regimiento Tucapel. Este montaje fue utilizado como justificación para encubrir los crímenes cometidos por las fuerzas armadas en la zona.

La memoria de estos hechos es recordada en contextos de derechos humanos, destacando la brutalidad y represión ejercida en este espacio, que en ese entonces formaba parte de la dinámica militar en Temuco.

Desde la construcción de la torre en la ribera del río, la cual se proyectaba como un mirador, diversos han sido los intentos por “hacer algo” en ese espacio.

Festivales como el “Merken Rock” dieron vida a ese espacio un par de veces, pero lo cierto es que en la actualidad está convertido en una suerte de elefante blanco, el cual se puede observar desde distintos puntos de la ciudad, y solo algunos/as valientes se atreven a subir el armatoste, que producto del tiempo y el uso ha perdido muchas de sus protecciones.

Alrededor de esta torre se emplaza un amplio espacio, como una suerte de anfiteatro de cemento, el cual ha servido para la práctica de algunos deportes como el patinaje o skate. Esto, antes de la instalación y puesta en marcha del Parque Isla Cautín. La práctica de estos deportes de manera aleatoria comenzó a reunir a diversas personas que buscaban un lugar donde, por una parte, poder practicar sin el hostigamiento constante de los guardias municipales o la policía, y, asimismo, un espacio de convergencia de ideas y conversaciones que, lejos de arreglar el mundo, hacen de este sitio un lugar menos hostil. Escapar de la monotonía y de la urbe, dentro de la urbe, es un privilegio del que ciertamente muchos no nos privamos.

En la actualidad, es frecuentado por grupos urbanos como punks y metaleros, quienes lo utilizaban como lugar de reunión, expresión artística y musical.

 Diversas han sido las intervenciones artísticas que se han dado cita en este lugar; es una suerte de espacio para el underground que le da vida a un movimiento que, lejos de decaer, se construye y deconstruye constantemente.

Hoy es la Isla Cautín, mañana puede ser un edificio, el próximo año quizá una plaza, pero siempre será un lugar donde podamos disfrutar el caos y converger como eje de resistencia a una estructura cultural que no nos acomoda. En el teatro no hay espacio para el punk, no hay espacio en las bellas salas de arte para el rock duro y contestatario, y ciertamente tampoco lo buscamos, pues si nuestra postura ya les acomoda, es una mala señal, porque puede que estemos siendo parte del rebaño.

¡Solo grítalo!