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Grítalo Magazine Volumen 11

Onceavo volumen y aún sentimos el temblor en las manos. Grítalo Magazine sigue respirando desde los bordes, desde esas orillas donde la música nace sin pedir permiso y la cultura se arma con fierros prestados, noches largas y una fe que a veces alcanza y otras se inventa. Este número no llega fácil. Octubre nos pasó por encima como una avalancha lenta, pero aquí estamos, de pie, imprimiendo otra vez contra todo pronóstico.


Grítalo Magazine Vol 11

Este volumen 11 confirma algo que sabíamos desde el primer día. La escena del sur no es un mito ni una nostalgia romántica. Es un organismo vivo que late entre salas húmedas, carreteras lluviosas, ensayos interminables y carteles diseñados a una velocidad que solo la autogestión entiende. Aquí conviven bandas que regresan con fuerza, proyectos instrumentales que expanden la imaginación, colectivos que transforman territorios y artistas que crean incluso cuando el tiempo y la plata no alcanzan.


Cada entrevista, cada página, cada fotografía es un pedazo de esa resistencia cotidiana. Caosura navegando entre belleza y caos. Damán expandiendo el sonido sin palabras. Cometa componiendo entre husos horarios. De Kassette afinando la herida. Mal Ciudadano lanzando su primer grito al mundo. Los Lopeteguis recordándonos que el funk también es un acto de sobrevivencia. Y tantas otras propuestas que hoy se instalan en estas páginas como parte de un mapa sonoro que ya dejó de ser subterráneo para convertirse en territorio.


Detrás de esta edición también respira la comunidad que sostiene el ruido cuando flaquean las fuerzas. Estudios que abren sus puertas. Fotógrafas y fotógrafos que capturan lo irrepetible. Productoras que insisten en levantar fechas. Espacios culturales que resisten al abandono. Personas que leen, coleccionan y esperan este volumen aunque llegue tarde porque octubre golpeó más duro de lo planeado.


Llegar a este número no es solo un logro editorial. Es una prueba de que el sur sigue creando a contraviento. Es una promesa de continuidad en un país donde los proyectos culturales suelen apagarse antes de encenderse. Es una afirmación silenciosa pero firme de que la autogestión no es un recurso, es un principio.


Seguiremos gritando desde Temuco, desde La Araucanía, desde el sur y para el sur. Porque mientras haya una banda tocando, una sala improvisada, un escenario precario, un público que apaña y alguien que decide narrar lo que ocurre aquí, habrá ruido. Y mientras haya ruido, habrá futuro.



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